La nobleza es una condición heredada, vinculada a la actividad guerrera, sobre todo de época medieval dadas las disputas entre cristianos y musulmanes, así se desarrollaron importantes linajes que de esta actividad bélica harán su fortuna. De esta forma se empezaron a formar grandes latifundios administrados bajo un régimen señorial. Solo los descendientes del linaje podían tener honor y privilegios (nobleza vieja). El rey puede nombrar nuevos nobles por distintas razones (nobleza nueva), por tanto la monarquía será generadora de nobleza. Los nobles toman protagonismo al servicio del monarca a nivel estatal (por medio de las cortes) y a nivel territorial y local (en el gobierno de las ciudades y pueblos). La nobleza evoluciona de su origen guerrero a una nobleza al servicio del Estado (con competencias administrativas y de gobierno). Los nobles mantienen e incluso aumentan sus privilegios.
La división de la nobleza siguiendo el modelo castellano, situaría a la aristocracia como los altos nobles, las familias más poderosas del reino, con grandes títulos y honores, extensas tierras y estados señoriales, serían los duques (y algún marqués o conde). Les siguen los títulos, que podrían ser marqueses o condes, mismas características de los aristócratas pero con menos honores. Siguen los caballeros, que sin título todavía gozan de una desahogada situación económica, algunos pertenecientes a órdenes militares, y por ello reconocidos socialmente. Muy numerosos los hidalgos, con posibles dificultades económicas, la monarquía borbónica del siglo XVIII redujo en gran parte el número de hidalgos.
Los grandes nobles ocuparon altos puestos de gobierno y de representación del Estado. Virreinatos, embajadas, gobernaciones, capitanías generales, consejo de Estado u otros consejos de la Monarquía. Existía una relación de intereses entre los monarcas y la nobleza. Toman importancia los validos en los gobiernos de Felipe III y Felipe IV y Carlos II.
A veces la aristocracia ejercía su poder por encima de la capacidad de acción de la burocracia real, el poder político se fundamentaba también en las obligaciones implicadas por el parentesco, la amistad y el patronazgo.
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